Relatos: Yo siempre estuve allí |
- YO SIEMPRE ESTUVE ALLI
Logroño, 18 de Octubre de 2011.
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El 8 de Octubre de 2011 quedará marcado en mi memoria como el día en que, después de más de 30 años, nos reunimos los amigos de la infancia.
Mi experiencia en "La Colonia", como se la conocía en la zona, es en algunos aspectos diferente a la vuestra. Aunque la mayor parte del día convivía con vosotros, en otros momentos, quizás los más duros de superar por la ausencia de los seres queridos, yo estaba en casa con mi familia.
Mi infancia transcurrió en la Residencia Infantil "Santa Mª La Real". Mi padre trabajaba en una empresa en Bilbao a la que encargaron toda la instalación de fontanería y calefacción de la residencia. Una vez finalizada la obra, le ofrecieron quedarse como encargado del mantenimiento de las instalaciones. Aceptó, para nuestra suerte.
Mi familia, por tanto, se instaló en la residencia cuando yo tenía 4 años, por lo que cursé mis estudios de E.G.B. de 1º a 7º —cuando cerró— en ella. Pasé por todos los profesores: Divina, Amparo, D. Amadeo, Milagros, D. Manuel, Hna. Pilar, D. Miguel, D. Ángel... Es curioso, pero no consigo nombrar a los profesores sin incluir el "Don" delante de sus nombres.
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Cada uno de ellos influyó en mi educación de una forma diferente. Pero tengo más recuerdos de profesores como:
D. Manuel: Grande, muy grande por aquel entonces; un poco brutote pero, en mi opinión, buena persona: había que lidiar con todas las fieras. Ligera cojera que le dificultaba jugar al fútbol, por lo que se veía obligado —sin mala intención...— a realizar alguna que otra faltilla... Barba poblada, que le daba cierto parecido a los Madelman o Geyperman...
D. Miguel: El intelectual; barba y gafas. Todos unimos su persona a la música de cantautores que, de vez en cuando, nos ponía; y a los sellos. Como ya ha dicho alguien, yo también tengo una colección comenzada en aquella época por su culpa. Hacía bajar a mi padre todos los domingos a Logroño a comprar sellos.
D. Ángel: El director; profesor de inglés y familia de Peter and Molly. Buenos partidos de fútbol en tardes de primavera, cuando ya nos costaba mucho concentrarnos en las clases de la tarde.
Hna. Pilar: Amable y estricta a la vez. Tengo un buen recuerdo de ella. A veces pensaba —y pido perdón por ello— que no podía ser monja y tan guapa.
Milagros: Con su melena, larga y negra.
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Del que también tengo unos buenísimos recuerdos es de Alfredo, profesor de gimnasia. Todos los futboleros queríamos que nos eligiese para formar parte de la selección de la residencia. Esto suponía viajes a Logroño y a otros sitios en su "monovolumen" Simca 1000. De mí, recuerdo que decía: "no corre en exceso, pero balón que pilla, lanza un zambombazo y gol". Yo pensaba: "para que voy a correr, con lo cansado que es eso". De la selección, recuerdo a Canario, Gallo, Ricardo Navas, Eduardo Santamaría, Antonio Alfonso González...
Monitoras: Carlota, Begoña, Maribel...
Y, cómo no, a mí también me pinchaba la hermana enfermera.
Como ya os he comentado mi visión de la residencia es un poco diferente. Esperaba todos los meses de septiembre vuestra llegada con impaciencia. Estaba nervioso desde que me despertaba, siempre con cierta incertidumbre de si mis mejores amigos volverían. Y, cuando veía llegar desde la ventana de mi casa la procesión de autobuses, a correr... aliviado: por suerte, la mayoría repetían estancia en la Resi.
Al día siguiente, la pregunta típica: "¿qué número tienes este año?". Y ponernos al día de las vivencias durante las vacaciones estivales. Mis veranos eran de lujo: piscina para nosotros solos una vez que los internos del verano se iban a comer, merendar o cenar, campos de juego enormes...
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Durante el curso, aparte del estudio —por supuesto, je, je, je—, lo más importante era salir corriendo en el recreo para coger la portería, aunque cuando éramos de los pequeños los mayores nos las quitaban. Después de comer, lo mismo. Ahí tenía yo ventaja: comía rápido y, cuando salíais del comedor, yo tenía las porterías cogidas. A la tarde, la misma operación. Si no había suerte con el fútbol, nos entreteníamos con canicas, palitroque, jugar en los portales de las salas de juego, etc. Y si hacía mal tiempo, en la sala de juegos jugando al ping-pong, futbolín —vaya partidos de futbolín memorables...—, fútbol con las medias hechas una bola a modo de balón, y al chorro, morro, pico, tallo, que... Acababas con la espalda molida, pero feliz.
Había tardes aburridas, como cuando os habían castigado y teníais que estar en fila en las salas de juego, mudos, casi sin respirar ni pestañear, y Carlota paseando entre las filas... deseando que os diese en el hombro, liberándoos del castigo.
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Los fines de semana, mis recuerdos se centran en el cine. En ocasiones, me sentaba con vosotros; la mayoría de las veces, en la parte de atrás —butacas Vip—; y también con mi padre, en la sala de proyección —pocas veces, la verdad, ya que normalmente no me dejaba—. Mi padre era el que ponía la mano cuando había besos. El me comentó que, en alguna ocasión, se ganó una bronca por no poner la mano en alguna escena que en la época se consideraba "subida de tono". Películas de Bud Spencer, el Zorro, de vaqueros, bélicas... Regresaba a casa con mi hermano imitando escenas vistas esa tarde.
El cine, donde alguno de vosotros tratabais de olvidar el día que habíais pasado con vuestras familias y no llorar, y donde os dabais el atracón de chuches recibidas de los familiares.
La misa de los domingos, aunque reconozco que iba a la fuerza, era un lugar de reunión de todos los habitantes de la zona. Teníamos un gran coro.
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A lo largo del curso, obras de teatro con sus ensayos para la Navidad, discoteca en la sala de juegos —me acuerdo de Antonio Alfonso, bailando "Superman" de Miguel Bosé—, la exhibición deportiva en el patio que da al comedor —todos a la vez realizando ejercicios gimnásticos—.
Parón en Navidad, donde los Reyes Magos se portaban especialmente bien. Y es que la Caja enviaba juguetes a los hijos de los empleados —tal era mi caso—, acordes con las edades de los mismos: eran lo mejores juguetes que existían en el mercado, no reparaban en gastos... Parón también en Semana Santa... Aunque no os lo creáis, para mí las vacaciones eran casi siempre no deseadas, ya que mis amigos desaparecían.
Y, de nuevo, el final de curso: despedidas con lágrimas, por si no nos volvíamos a ver. El peor final de curso fue el de 7º —junio de 1980—. Se cerraba la residencia. Algunos a Villarcayo, y otros... ¡hasta el 8 de octubre de 2011!
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Acabo ya —qué rollo os he metido—, aunque no quiero terminar sin mostrar mi enorme agradecimiento a esa persona que, con su trabajo desinteresado, propició que una tarde anodina en la que vagaba por Internet, encontrase la Web de la Resi de Villarcayo, que hizo que recordase mi infancia, y que recientemente ha servido de "banderín de enganche" para que nos pudiésemos reunir de nuevo ese 8 de octubre de 2011 l@s ex-compañer@s de Albelda, fecha que quedará grabada para siempre en nuestra memoria. Gracias Iñaki.