De nuevo una triste noticia viene a empañar este año 2012. Si en Enero perdíamos a Lola Alvarez, ayer lunes, a última hora de la tarde, se nos ha ido María Jesús Casas, nuestra última directora en la Residencia de Villarcayo (1979-81).

María Jesús había nacido en Barcelona en la Nochebuena de 1926 —de ahí su nombre compuesto—, en el seno de una familia numerosa. Allí realiza estudios primarios, conoce la guerra, continua bachiller, aprende piano, armonía y composición... Una curiosidad innata, que le acompañará siempre, irá forjando en ella a una mujer de gran erudición y vasta cultura. Tras estudiar enfermería —y ya con ventitantos años—, conoce a quien será el padre de sus tres hijos, el bilbaino José Luis B. —abogado en ejercicio, que cambiará su destino en tierra por la marina mercante a mediados de los 50—, con quien contrae matrimonio. Después de unos años en Barcelona, se trasladan a la capital vizcaína.

Pese a haber transcurrido la mayor parte de su vida en Bilbao, María Jesús nunca perdió el acento catalán con que tod@s le recordamos, así como un gran amor a Cataluña y a la Ciudad Condal, a donde regresaba a menudo por vínculos familiares y afectivos. "Soy catalana, ¡que no ca-ta-la-nis-ta!", gustaba de decir, mientras deletreaba esta última palabra con ese marcado acento suyo.

Dedicada durante muchos años en exclusiva al cuidado de los hijos —algo habitual en aquella época para una madre de familia, y especialmente siendo esposa de un marino de largas travesías, ausente durante meses—, sus estudios de enfermería le acabarán abriendo las puertas de la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao, contratada para trabajar en su "Centro de Asistencia a la Mujer y al Niño" —clínica materno-infantil, conocida en Bilbao como "La Gota de Leche", actual Hotel Indautxu—. Unos años después, le nombran directora de este Centro, cargo que ejercerá hasta poco antes de su clausura —segundo semestre de 1979—. Desde sus ventanas, de seguro vería en infinidad de ocasiones a los cientos de niños y niñas que íbamos y veníamos de las Residencias infantiles de Pedernales, Villarcayo y Albelda, ya que eran los jardines de dicho Centro el punto de encuentro donde nos cogían y dejaban los autocares.

Dotada de una enorme capacidad de organización y un gran sentido del orden, en 1979 la Caja de Ahorros le ofrece la dirección de la Residencia infantil de Villarcayo (Burgos), puesto que va a quedar vacante tras la marcha de quien la dirigía hasta entonces: una comunidad de seis monjas Hijas de la Caridad, cada una con sus funciones concretas, y a cuyo frente se encontraba Sor Sagrario, la madre superiora. Tras un mes de relevo con las monjas —Junio de 1979—, y ya como directora administrativa, pasa a tomar las riendas del Centro, contando únicamente con dos personas más como apoyo, y que acaban de incorporarse: Lola A., en la enfermería; e Irene P., como gestora de servicios generales. Empeñada en que, sea como fuere, aquello tenía que funcionar —y pese a las limitaciones, tanto de recursos humanos como de presupuesto—, supo dejar su marca personal en Villarcayo, con algunas medidas —no le faltaron voces críticas— tendentes a adecuar a los tiempos modernos la vida en la Residencia: acabando con la división entre niños y niñas en las zonas de juegos —costumbre extemporánea que se mantenía desde los años 60, en tiempos de la inauguración, y que las monjas siguieron a rajatabla—; permitiendo a las monitoras residentes regresar más tarde de las salidas al pueblo en su tiempo libre; y otras de diverso calado.

Institucionalizó allí el Día de la Monitora el 31 de Enero —San Juan Bosco, Patrón de los educadores—, de la misma manera que los profesores celebraban su día el 27 de Noviembre —San José de Calasanz, Patrón de los maestros—. Era una manera de reconocer la importancia de la labor pedagógica de las monitoras. Pese a que en el día a día tenía que bregar con un sinfín de problemas a los que había que dar solución, conseguía robar tiempo al tiempo para poder ensayar las canciones de la misa de los domingos en la Capilla, poniéndose al teclado del armonio, del que conseguía sacar chispas. Y esos mismos domingos, día de visita de las familias, también le tocaba estar a pie del cañón para entrevistarse con los padres que así se lo solicitaban, o con aquellos con los que había que tratar algún "problema" surgido con alguno de los alumnos residentes.

En Junio de 1981 cierra definitivamente sus puertas la Residencia de Villarcayo, y María Jesús va a aprovechar para dar un paso decisivo en su vida, casándose en segundas nupcias —había enviudado unos años antes— con Emilio P., decisión aplazada en varias ocasiones a causa de su periplo burgalés. Profesionalmente, continuará vinculada a la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao hasta su jubilación. De hecho, y tras pasar una temporada por la Residencia "Reina de la Paz" para personas mayores, su último destino serán las Colonias de Pedernales —convertidas en un Centro de interpretación de la naturaleza y granja-escuela—, donde ejercerá durante dos años la dirección administrativa, hasta 1991 —recién creada la Bilbao Bizkaia Kutxa (BBK) tras la fusión de las Cajas de Ahorros Vizcaína y Municipal de Bilbao—. Personas que estuvieron a sus órdenes, coinciden en señalar que dominaba a la perfección la psicología de las relaciones laborales.

Ya disfrutando de la merecida jubilación, a finales de los 90 se casará en terceras nupcias —había vuelto a quedar viuda— con un viejo amigo: Jesús P., cómico amateur conocido artísticamente como "Chomin del Regato", del que volverá a enviudar pocos años después.

Nunca dejaría de cultivarse e interesarse por todo: libros, prensa, conciertos, conferencias... Por no hablar de su afición a la escritura —llegará a ser colaboradora habitual en alguna publicación especializada—, y su sana costumbre de escribir correspondencia casi todos los días a familiares y amigos —entre los que me consideraba, y doy fe de la lucidez con que se expresaba hasta hace apenas unos meses—. Y su memoria, esa memoria prodigiosa de la que hacía gala, unida a una agilidad mental extraordinaria: era un verdadero placer hablar con ella de cualquier tema. Ultimamente, no dejaba de acudir a las tertulias y actos organizados por la "Asociación Artística Vizcaína", con la que estaba vinculada desde hacía varios años.

En 2009, aceptó gustosa nuestra invitación, y pudimos verle en la II Gran Kedada que organizamos en Villarcayo en Octubre de aquel año. Para tod@s l@s que nos juntamos en ese evento, fue un verdadero lujo poder contar con ella. Desde entonces, siempre estuvo muy agradecida y emocionada por aquella invitación. Ciertamente, lo vivió como el mejor homenaje que podía recibir después de tantos desvelos y muchísimo trabajo —y algún que otro sinsabor— dedicados durante muchos años a la Caja de Ahorros, a través de algunas de sus obras sociales dirigidas a la infancia: éramos sus niñ@s quienes, con esta invitación, reconocíamos finalmente su labor. "Yo tenía claro que la Caja nos había encomendado como misión la educación de aquellos chavales, pero sobre todo que disfrutasen y fuesen felices: una colonia no es un reformatorio", me comentaba hace un par de años, hablando de su gestión en las residencias infantiles.

En Septiembre de 2010 nos volvimos a reunir con ella en Villarcayo vari@s ex-residentes, a propósito de un reportaje sobre la Residencia para "Euskadi directo" (ETB-2). Durante la dilatada sobremesa en el restaurante "Rapa-Nui", tuvimos de nuevo oportunidad de disfrutar de su lucidez y gran sentido del humor.

Se podría contar muchísimo más de María Jesús: de su generosidad, de su fino humor, de su elegancia y coquetería... Pero creo que con lo anterior queda hecho un pequeño esbozo de toda una vida. Para los que hemos conocido a esta SEÑORA en plenitud, siempre nos quedará el RECUERDO de lo que ha sido, el AGRADECIMIENTO por su labor, y el RECONOCIMIENTO a un trabajo bien hecho.

Quisiera finalmente transcribir aquí los últimos versos con los que, a finales de Junio de 1981 —cuando se cerró la Residencia—, quiso despedirse de aquel pequeño rincón de Burgos a través de la Asociación de Amas de Casa de Villarcayo, en un poema escrito por ella misma, titulado "¡Hasta luego!":